Adelanto. Comarcas de Bernardo Colipán Filgueira.

Bernardo Colipán Filgueira, poeta mapuche nacido en 1967, lleva publicados los poemarios Zonas de emergencia. Poesía Joven del Sur de Chile (Ediciones Paginadura, 1994), Arco de interrogaciones (LOM Ediciones, 2005), Pulotre: testimonios de vida de una comunidad huilliche, 1900-1950 (Editorial Universidad de Santiago, 1999), Forrahue: Matanza de 1912 (2012), Bajo el Volcán, en coautoría con Jaime Caucao (Kultrún, 2019). El presente es un adelanto de la versión electrónica ampliada a cargo de la editorial aCapela del Comarcas (2013) que en su versión en papel obtuvo el Premio Regional de Poesía de Chile.

Una poética nampülkafe

Cuando canta un mirlo se enciende un árbol y el aliento
de un hombre se congela.

Bernardo Colipán

Comarcas, del poeta Bernardo Colipán, traza un territorio de diálogos, pleno de voces, a ambos lados de la cordillera de Los Andes. Es el mundo mapuche y fronterizo de finales del siglo XIX y principios del XX. Memorias de contrahistoria, susurros de los desposeídos, imágenes que tiemblan como fotografías azotadas por el viento; cuerpos sedientos de amor y de otras cosas, van tejiendo una poética nampülkafe hecha de múltiples registros. El lenguaje viajero de Colipán siempre impregnado de otros perfumes, de otras lenguas que amplían la percepción y la experiencia plural de las memorias.

Un lenguaje que se hace en el tráfago de todos los lenguajes y sin embargo deja también flotar y existir un diálogo interior, esas voces sordas y silenciadas que dicen más de lo humano que el discurso de la Historia o de la Prensa. Voces como aromas que el nampülkafe recoge en su tránsito para dejarlas latir o ser frente a nosotros, como una flor traída de los pantanos.

Los trayectos de Colipán tanto van por Las Guaitecas, Traiguen, Victoria durante «Pacificación de la Araucanía» como por el territorio de los exiliados de Pampa y Patagonia tras la llamada «Conquista del Desierto». Traza un mapa del Wall Mapu, el antiguo y transitado país mapuche donde las voces y los cuerpos se entrelazan, íntimos, al territorio, en una suerte de bio-poética en resistencia a esa otra «Tierra Baldía» que va dejando la modernidad chileno-argentina a su paso.

Un mundo de gente que se desvanece y sin embargo proclama la sutil y poderosa memoria de su existencia tras los visillos de los burdeles aún con pisos de tierra, en los campos de encierro, en la memoria de los poetas y de sus amantes, en los cantos de los arreados por los ejércitos nacionales;
mientras avanza el latifundio, los tinterillos, los ferrocarriles, los Trizanos, los profanadores, las colecciones de cráneos de los vencidos en el Museo de La Plata.

Si, como dice Julia Kristeva, detrás de toda idea del lenguaje subyace una idea del sujeto, la tan estudiada multidiscursividad de la poesía mapuche actual, debiera leerse como una ruptura política con aquel yo monolítico y autosuficiente de la tradición moderno colonial. Aquí, la
poética de Colipán cede la voz en una intimidad lírica que no teme dejarse llevar por la palabra de otros y de otras. El poeta retiene su aliento, cede, abre o se disuelve en la frontera misma en que el canto del mirlo enciende ese árbol que ofrece de co-presencias.

Civilización y barbarie son los términos antagónicos con que la élite criolla de la nación chilena y argentina, como los Sarmiento, Bunster, Egaña o Francisco Moreno, fueron construyendo la matriz colonial, racista y excluyente de estos modelos de país que hoy habitamos a ambos lados de la cordillera. Sin embargo, entre esas exclusiones que, hasta el presente, configuran las lógicas de la nación, está el entremedio de la vida misma, el diálogo y la lucha, la champurrea, las prácticas fronterizas de la gente y de sus sueños. En el medio de ese binarismo negacionista que cada día nos imponen, se erige esta poética como un territorio dialogante, donde no hay margen para el olvido.

Aquí todas las lenguas están contaminadas por su otro, por los espejos que reflejan la fugacidad de la existencia. Aquí las palabras, los newenes y los cuerpos están imbricados en el bullicio de la historia y en esos otros silencios que cada uno lleva consigo siempre.

Aquí dialogan poetas, prostitutas, bandidos, ejércitos de frontera, inmigrantes de toda calaña con la memoria de Pascual Coña, de Saiweke, de Inakayal, la infancia libre y luminosa de Katrülaf en contraste con las reducciones, los campos de concentración de Valcheta, Chichinales, Isla Martín García.

Pero hay algo más, este lenguaje fronterizo se sostiene en diálogo con la trizadura misma de la poesía moderna, con esa herida del alma de Occidente sobre la que apuntaron poetas como William Blake, Ezra Pound, T.S. Elliot, César Vallejo. Como la ciudad de Kavafis, como la
Comala de Juan Rulfo, o como el Dublin de James Joyce, las Comarcas de Colipán son tenaces en la memoria y en la ternura que nos falta, persiguen a sus hijos más allá de sus límites. Entran en sueños y desvelan la piel de los recuerdos:

¿Cómo podría contar que el olvido siempre viene del otro?
Por eso busco las flores en la madrugada y armo el retrato
que algún día
me hablará del vacío
.

Más allá de los Remington y de la prensa, más allá de ojo binario de separarnos en guetos incomunicados, en estos territorios del nampülkafe aún se puede oler ese entremedio de piel y polvo y sueños de donde vinimos. Imagino que si hubiera un cartel a la entrada o salida de sus comarcas, sería uno que recordara aquellos versos de William Blake:

Si las puertas de la percepción estuvieran abiertas, veríamos las cosas tal
cual son: infinitas.

Dr. Jorge Spíndola Cárdenas
Universidad Nacional de la Patagonia
Puel Mapu- Pukem
(Tiempo de la peste y de las grandes heladas)

Comarcas

Hace tiempo pasó por aquí un poeta.
Leyó algo en lengua desconocida para mí.
Ebrio como andaba nos amamos. Y me dijo:
huye de ti misma pero no de mis ojos.
huye de ti misma pero no de mis ojos.

Vine aquí porque me dijeron que vivía el silencio.
Mi padre me señaló el lugar antes de morir.
Solo exijo lo que me pertenece.
Por eso vine.
Traigo los ojos
con los que mi padre
pudo ver más allá del olvido.
En esta Comarca
le dije
te habitará
solitaria, la lejanía de los hombres.

El Ulises de James Joyce

El Ulises de Joyce que buscas, es un libro difícil de encontrar en la Comarca.
Junto a la Tierra Baldía y el Trilce
de Vallejo apareció en 1922. La primera versión en español
la tiene Vásquez el contrabandista.
Es suyo.
Y dice cambiarlo sólo por balas, cabezas
de ganado y un par de chicas que al besar
huelan a licor de manzanilla.

Nunca las calles tendrán tu nombre

En este pueblo poeta
las calles nunca tendrán tu nombre.
Algún día, como nosotros, te sumarás al orden
lentísimo de las cosas.
Un disparo quebrará
tu imagen reflejada en los vidrios.
Habrá un olor de huesos en el aire.
El único pastor del pueblo dirá
que de polvo
fuimos hechos,
el mismo que hoy se aloja
debajo de tus botas.

Pound

Pound vivía en un cuarto grande donde cocinaba y otro pequeño
donde recibía a sus amigos.
A los poetas les buscaba editores, los invitaba a comer y les daba su propia
ropa.
También les prestaba dinero.
Los sacaba de la cárcel y les presentaba a mujeres ricas.
Pasaba la noche con ellos, les pagaba el hospital y les rogaba que no se
suiciden.
Eliot le dio el borrador de Waste Land para que lo corrigiera.
Pound con un lápiz azul
lo redujo a la mitad.
Pero tus amigos extraños y montaraces,
maloqueros y conchavadores.
No prestan libros ni mucho menos los devuelven.
No hablan del camino de retorno a los espejos.
Como un caracol perdido vuelven siempre a sí mismos
al temblor,
a la mano que arruga una rosa de papel.

Buscan el lugar que algún día nunca habitarán.

Creen que encendiendo una lámpara en la noche
encontrarán su último cigarrillo, el polvo
el farol amarillo
y la mano que siempre tuerce las palabras repetidas.

Fronterizos

Ese hombre que lleva un bastón y cojea,
carga una mochila repleta de libros.
Sabemos que nadie lo contrató para andar en las calles.
Pero siempre nos paramos en la esquina.
Sin nada que ofrecer sino las canciones que sabemos
y que nadie quiere oír.
Sin embargo lo vemos pasar siempre con su mochila repleta de libros.
En este pueblo, nos dice: «Habrá un cigarrillo para los hombres,
una iglesia del señor, la cual lavó por su sangre,
caerá la chimenea rota algún día y podrán dormir con mujeres
que solo aman su voz.
¿Os apretáis juntos con otros, porque os amáis los unos
a los otros?
»
Nosotros vivimos del ocio y la iglesia la ocupamos sólo para bodas
importantes.
Ese hombre que cojea, no habla de quienes cometen desordenes en el
pueblo.
La Libertad Católica en 1890 dice:
«La policía rural es insuficiente para mantener la seguridad de la Frontera».


Esta es la Comarca donde viven aquellos a quienes nunca dieron alcance.
Separados del mundo, cada uno junto a su noche
cada uno junto a su muerte, idos
de lo cercano y lo distante
con un cadáver a cuestas que en el verano lavan
peinan y vuelven sus ojos pardos al cielo.

Bernardo Colipán Filgueira

Chile, 2020

N. d. E.: el volumen completo puede descargarse de modo gratuito en la página de la editorial aCapela.