Los ríos profundos, de Guillermo Korn y Javier A. Trímboli, por Gabriel D`Iorio

El pasado jueves 25 de junio, en el auditorio David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua, fue presentado Los ríos profundos. Hugo del Carril / Alfredo Varela: un detalle en la historia del peronismo y la izquierda, libro escrito de forma conjunta por Guillermo Korn y Javier A. Trímboli, con la colaboración de Julia Rosemberg, acerca del encuentro entre el cantante y director de cine peronista y el novelista comunista. La presentación estuvo a cargo de Ana Amado y Gabriel D´Iorio. A continuación, publicamos en EdM las palabras de Gabriel D´Iorio leídas esa tarde.

Los ríos profundos. Imágenes y escrituras de la cultura argentina.

Los ríos profundos es un libro por muchas razones singularísimo, un libro escrito a varias manos, las de Guillermo Korn y Javier Trímboli, desde luego, pero también las de Julia Rosemberg, que firma un capítulo del libro y fue un puntal de la investigación que sostiene muchas de sus líneas. Para presentarlo quisiera subrayar brevemente algunos aspectos del texto que llamaron mi atención y compartir con ustedes la lectura de dos o tres fragmentos.

1. Título del libro. Los ríos profundos. Hugo del Carril / Alfredo Varela. Un detalle en la historia del peronismo y la izquierda.

Para empezar, el título. Diría que los ríos que se cruzan en este libro son poderosos, o, mejor dicho, peligrosos, porque son los ríos de la historia argentina, son los ríos de nuestro cine y de nuestra literatura, también los de nuestro mejor periodismo; son ríos peligrosos, además, porque sus afluentes vienen de lejos y quieren desmentir la imaginación de un origen sin conflicto, un origen de aguas sin fondo ni trasfondo; quieren desmentir, decía, un origen de aguas claras como esas de las piletas olímpicas en las que da gusto ponerse a nadar guiados por manos firmes hacia un norte que está a la vista, o sencillamente meterse y acodarse en un rincón a mirar cómo los dedos de los pies juguetean con las venecitas.

La historia, esa forma de decir humanidad, sabe de entreveros más difíciles que los de la pileta de un club, aunque en algunas piletas imaginemos capítulos para libros como este. No se trata de ninguna solemnidad sino de una constatación: en la historia las manos se independizan de los cuerpos que las soportan y los dedos de los pies no se ven del todo, bien porque estamos con las botas puestas, y morimos así, bien porque caminamos sin saber a dónde nos dirigimos, pidiendo signos de salvación a lo alto. A la historia entonces no le viene bien la imagen de las aguas claras del origen. Tampoco le calza del todo la figura del barro, la del célebre barro de la historia, figura tan gastada como repetida puede resultar la sentencia de Heráclito de que nadie se baña dos veces en el mismo río, aun cuando esta última tenga más prestigio metafísico y nos advierta que estamos hechos de tiempo y que el tiempo es el devenir irrepetible de cada ser humano bajo el hechizo mítico de la repetición.

La profundidad de Los ríos profundos, intento decir, no le debe su sentido a las aguas claras del origen ni al puro barro de la historia. Hay agua. Y también hay barro. Porque eso son los ríos: aguas barrosas que van y vienen. Y que sean profundos, como dicen Guillermo y Javier, no implica que sus aguas estén quietas, si no todo lo contrario. Estos ríos son barrosos pero fluyen, no son transparentes pero dejan entrever. Ahora bien: ¿qué es lo que dejan entrever?

Vayamos a la segunda parte del título. Dos nombres propios separados por una raya vertical. Hugo Del Carril / Alfredo Varela. Entre esos nombres hay una separación. Pero hay, también, una contigüidad. El río oscuro de Alfredo Varela y Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril: el libro de uno le sirve de base al film del otro. Pero al mismo tiempo este vínculo resulta enigmático: Varela está preso y Del Carril libre, Varela es comunista, y está fascinando con la URSS. Del Carril es peronista, y desde 1949, es la eterna voz de la marchita. Y sin embargo confluyen en un proyecto que en su misma concepción parece condenado al fracaso. Un proyecto, el de Las aguas bajan turbias, que se sabe frágil, que está acechado por el temible Apold, que no duda en aprovechar el vínculo de ambos para hostigar y declarar comunista a Del Carril. Las figuras de Hugo del Carril y Alfredo Varela, y sus historias vinculadas en torno al film le dan al libro el drama físico que necesita.

Esto nos lleva a la tercera parte del título. Un detalle en la historia del peronismo y la izquierda. ¿Un detalle? ¿Puede dar lugar este detalle a más de doscientas páginas que recorren la historia de un encuentro? ¿O el libro nos habla también de una década, y quizás de mucho más, hacia atrás y hacia adelante? ¿Se trata de una ironía de los autores, un bofetón a los historiadores y archivistas que nunca prestaron atención a este “detalle” que estaba delante de sus ojos? ¿En qué consiste este punto que, bien mirado, lleva en sí mismo la promesa de ser una constelación de sentidos para comprender la vida cultural de esos años y, porque no, también de los nuestros? Y más concretamente: ¿por qué razones un popular cantante, actor y director de cine, que se reconocía peronista y colaboraba con Perón y Eva Perón, iba a visitar con frecuencia a un escritor comunista que estaba en la cárcel de Devoto por ser opositor al gobierno que Del Carril decía defender? Es cierto, Varela era el autor de El río oscuro y Del Carril creía necesitarlo para hacer el guión de su película, pero, ¿iba a visitarlo a la cárcel sólo para trabajar sobre el guión de una película que finalmente no podrá reconocer al propio Varela en sus créditos en la hora de su estreno?

2. El problema. El peronismo, la izquierda y la cultura argentina.

Para responder a estas preguntas hay que leer todo el libro. Pero puedo anticipar que las respuestas afirmativas no convencen del todo a los autores. Entender la persistencia del proyecto en su misma fragilidad y su importancia para comprender ciertas aristas de nuestro siglo XX, implica volver a bucear en la historia y la cultura argentinas. Cito un fragmento de la Introducción:

«…no se trata tan solo de un préstamo que permite la transposición de la literatura al cine, sino de una zona de trabajo en común. Con la particularidad de que Varela hace su aporte estando preso. Son los últimos días de enero de 1951 y el militante y escritor comunista es detenido por la policía. Se afirmó que por violar un edicto policial, pero no hay dudas de que es su militancia política lo que lo ha llevado a la cárcel. Del Carril y Borrás lo visitan en Devoto y a partir de esas conversaciones el guión va tomando forma definitiva. La relación que los une coincide con el creciente interés del popular actor y cantante por los materiales en los que vibra la inquietud social. Uno con un pasado anarquista y republicano, otro fuertemente identificado con el gobierno de Perón, a través de una novela de un militante comunista –dándole la palabra–, realizan una de las principales producciones culturales y políticas de nuestro siglo XX. Así como es difícil ver esta película sin ligarla al peronismo, esta otra historia que estuvo en su origen sí quedó postergada.»


Este es el núcleo sobre el que tallan los autores: hay otra historia que forma parte de la historia de Las aguas bajan turbias. No se trata de poner de un lado la literatura, la investigación y la narración del escritor comunista, y del otro lado la voz, el cuerpo y los gestos del actor-director peronista. Tampoco se trata de negar el vínculo del film con el peronismo, sino de mostrar que hay otro vínculo que es preciso indagar. Desde luego, la identificación de Las aguas bajan turbias con el peronismo es poderosa y no deja de tener su lógica. Por un lado, es cierto que la voz con la que abre y cierra el film nos advierte que la ficción que vamos a ver y el que ya hemos visto tiene mucho de documento de los años previos al peronismo, pero nada del presente de la patria de la felicidad –patria, que nosotros sabemos tampoco es del todo feliz en su propio presente, cercada por situaciones dramáticas que no cesan de acumularse: intento de golpe de Estado, reelección de Perón, agonía y muerte de Evita-. Por otro lado, Hugo del Carril, figura excluyente del film, está desde 1949 fuertemente identificado con el peronismo, identificación que se reafirmará aun más luego de las persecuciones que sobrevinieron al golpe del 55. Finalmente, la identificación con el peronismo también funciona porque el film propone un modo de representar el conflicto entre patrones y trabajadores que más que indicar un momento de autoconsciencia en la historia de la lucha de clases, enseña a la clase trabajadora luchando por su libertad con menos disciplina y épica revolucionaria, y más fiesta, desmesura pasional y rebelión violenta que la esperada y anhelada por el imaginario ilustrado de la izquierda.

Tan influyente ha sido la lectura que vincula Las aguas bajan turbias con el peronismo, que salvo el trabajo de Emilio Bernini y algunas pocas intervenciones más, la crítica posterior sólo se encargó de acentuar la rareza de que esta gran película de Hugo del Carril haya estado vinculada a una novela de un autor comunista. Esto es, a pesar de que la novela de Alfredo Varela muestra que la identificación con el peronismo es tan cierta como problemática, la lectura dominante se abrazó a la certeza, y al mismo tiempo abandonó la supuesta anomalía del vínculo de la novela con el film, de Varela con Del Carril.

En este sentido la pregunta que según Guillermo y Javier puede arrojar luz sobre esta historia negada, es cuánto le debe el peronismo a la tradición político cultural de las izquierdas, a los encuentros, disputas y cruces con ella. Llegados a este punto, ni la dogmática peronista que coloca al movimiento bajo el manto protector de la más absoluta originalidad telúrica, ni la lectura antiperonista que lo piensa como el capítulo argentino de la historia universal de la infamia fascista, nos permiten repensar los vínculos profundos que unen al anarquismo y al comunismo con esta película, y sobre todo, con el primer peronismo, vínculos éstos últimos que alguien tan atento a los ríos de la historia como Leonardo Favio no dudó en reconocer en el comienzo mismo de su Perón. Sinfonía del sentimiento.

Por eso en este libro vamos a encontrar hechos y sobre todo detalles -muchos detalles dentro del gran detalle- que en la historia de las lecturas del film nunca tuvieron el relieve. Porque resulta muy difícil encontrar otras investigaciones sobre el período que recojan el mosaico de eventos, reseñas, comentarios y acontecimientos en torno a lo que rodea la producción, estreno y posterior derrotero de Las aguas bajan turbias, como lo hace este libro. Revisitando el film, Guillermo y Javier encuentran la superficie perfecta, el objeto crucial para volver a pensar a través de Varela y Del Carril el vínculo entre el peronismo y la izquierda en la Argentina. Cito otra vez a los autores:

«…a través de la genealogía de Las aguas bajan turbias nos interesa dimensionar cuánto el peronismo le debió a la historia previa, es decir, a los materiales y a los significados que ella fue produciendo. El peronismo ya no como una ruptura lisa y llana –tal como si alguna vez así sucediera–, sino como una fenomenal torsión que operó sobre el cuerpo de una cultura, arrastrando flecos de ese pasado para reconfigurarlos. Al mismo tiempo: que el entrelazamiento entre la izquierda y el peronismo no es un sueño primero de los años setenta, ni siquiera de los jóvenes escritores de los alrededores del 55, sino que estuvo presente desde sus primeros pasos y en algunos de sus objetos de cultura centrales.»

Como verán, la vara que colocan los autores es alta: la genealogía de Las aguas bajan turbias nos lleva necesariamente a pensar las deudas del peronismo con los movimientos sociales y las tradiciones políticas y culturales que lo precedieron. Pero pensar esas deudas es también pensar medio siglo para atrás, e incluso más: supone pensar el vínculo del siglo XX con el siglo XIX. Si del cine puede decirse que es el arte del siglo XX que viene a resolver los problemas y desafíos planteados ya en siglo XIX por otras artes como la pintura, la fotografía y el teatro, de la política del siglo XX (que tiene al peronismo en el centro) puede decirse otro tanto. Es por eso que responder a las preguntas que proponen Guillermo y Javier, tomar en serio este detalle y esta historia negada, supone también responder por los vínculos y deudas que el siglo XX argentino tiene con su siglo XIX.

3. Cuestiones de estructura y método. La investigación-palimpsesto

Para llevar esta genealogía a buen puerto, hay que seguir un orden: el libro tiene una estructura clara: un Prólogo escrito por Horacio González, y luego una Introducción que encuadra muy bien el proyecto del libro. Los Cap. 1. y 2., están dedicados a Varela: el primero a su trabajo periodístico, el segundo a la novela El río oscuro. En estos dos capítulos se reconstruye el clima de esos años previos al 45 a partir de cantidad de nombres, luchas y eventos olvidados -algunos que remiten a la realidad de Misiones, otros al vínculo de Varela con el dirigente combativo Marcos Kaner-. Desde luego, se realiza un trabajo muy cuidadoso sobre la novela propiamente dicha. El Cap. 3. Vidas cruzadas, arma el arco temporal que lleva de la novela a la película, y traza zonas de posibles encuentros y perfila modos justos de subrayar que esas vidas, las de Varela y Del Carril, compartían algo más que una época: compartían una sensibilidad. El Cap. 4. Crónica del año 1952. Entre la fiesta y el luto, de Julia Rosemberg reconstruye con mucho rigor, el cuadro político del año del estreno de Las aguas… El libro empieza a cerrar en el Cap. 5., que está dedicado enteramente al film, con sus lecturas críticas y un derrotero tan exitoso como accidentado.

La lectura de Los ríos profundos supone entonces para el lector un aprendizaje fenomenal sobre esos años y también sobre las formas que puede tomar la investigación sobre pasado en la actualidad. En este sentido, la pregunta por el género del libro difícilmente pueda tener una respuesta inequívoca. Habría que decir que se trata de una investigación, sí, pero de una investigación que trasciende a las habituales indagaciones históricas, sociológicas, o políticas. Tampoco le cuadra del todo la cualidad del ensayo. Es más bien un libro modélico de lo que podríamos denominar historia de la cultura argentina: se elige un objeto de cierta significación -o el objeto nos elige a nosotros por misteriosas razones-, se observa un detalle de su fisonomía, de su presentación, y se empieza a rodearlo con otros objetos, preguntas, lecturas, imágenes. Tiene razón Horacio González cuando describe este trabajo de Guillermo y Javier como una investigación-palimpsesto. Tiene razón a condición de entender lo que entiende Horacio por palimpsesto. Leo:

«No cabe aquí para entender estos contrapuntos situarlos bajo la protección de articulaciones esperables u obvias. Por eso, la figura del palimpsesto resulta más adecuada, y se puede decir por entero que esta investigación no contiene un montaje lineal, de la novela al cine, del cine a la sociedad, de la política a la cultura, del peronismo a su sistema de imágenes, de la intelectualidad comunista a sus discusiones estéticas; no, se puede decir en cambio que contiene la promesa de los antiguos palimpsestos. Esto es: cuando habla de algo, sabemos que por debajo late otra escritura que ha sido postergada o anulada, y pugnará por resurgir. El palimpsesto contiene una idea de diversos tiempos que se van turnando a codazos para atraer la atención del lector.»

No se puede describir mejor lo que este libro suscita en el lector. Un libro que, como otros de Guillermo y Javier, nos coloca ante la imposibilidad de ubicarlo en un anaquel cómodo o definitivo. Un libro que no cesa de atraer la atención del lector curioso, deseoso de conocer mundos nuevos. Pero que lo hace no sólo por el valor de la investigación sino también por la intensidad de la escritura.

4. Dedicatoria. Un equipo con más de diez años de trabajo y algunos títulos a cuestas.

Para ir concluyendo quisiera decir que estoy muy agradecido a Guillermo y Javier por la invitación a presentar un libro tan bien escrito, encarado con la curiosidad y el gusto que caracteriza a sus autores. Decía: agradecido de poder presentar este libro que además del contenido que lo hace singularísimo es muy especial para el grupo de personas a quienes está dedicado: Irene Cosoy, Darío Capelli, Mariana Santángelo, Cecilia Flachsland y quien habla, todos compañeros que, junto a Javier y Guillermo, formamos un equipo de trabajo, a veces real, a veces imaginario, dedicado a pensar y problematizar la condición docente, los problemas de la enseñanza y la transmisión de la historia, la literatura, la filosofía, esto es, de una cultura argentina entendida como una zona que está en constante conversación con su propio pasado y con la gran tradición humanista. Agradezco en nombre propio, desde ya, pero también en nombre del grupo.

Pero este agradecimiento no debería borrar, no diría un crimen compartido -no vamos a exagerar- pero sí un hecho que quisiera rememorar porque en su desmesura tiendo a pensar que algo tuvo que ver con el nacimiento de este libro. Es una infidencia de nuestro grupo que mi memoria reconstruye más o menos así.

Corría el año 2011. Nuestro grupo estaba a cargo de la cursada de un Postítulo de Historia y problemas de la cultura argentina para maestros y profesores de la CABA en CePA en la Escuela de Capacitación que tuvo la Ciudad y en la que trabajamos juntos durante más de 10 años (escuela primero desguazada y luego rebautizada por el macrismo como Escuela de Maestros). En lo relativo a este Postítulo que les menciono, fueron 4 años en los que nos encontrábamos casi todos los sábados de 9 a 14 con más de ciento cincuenta docentes. Me atrevería a decir que para muchos de nosotros esa fue nuestra última escuela de formación. Aprendimos mucho, y conocimos profesores y maestros muy valiosos, esos que sostienen las instituciones cotidianamente y son escasamente reconocidos.

Sea como sea, no quiero desviarme. Es sábado a la mañana, casi mediodía. Estamos en el Módulo llamado En torno al peronismo. Habíamos decidido proyectar Las aguas bajan turbias. Hasta ahí, todo genial. Pero como siempre, en la situación concreta, algo falla. Habíamos tenido que cambiar de escuela no recuerdo por qué razón. Y en esta nueva locación, para decirlo cinematográficamente, había un problema: los ventanales dejaban entrar una luz persistente. No recuerdo si la copia era del todo buena. Recuerdo que la pantalla no lo era. Lo cierto es que la película se veía poco, diría más: se veía casi nada. Sombras nada más, como dice la canción. Pero nosotros que no dudábamos a la hora de estirar la cuerda más de lo debido, la pasamos igual.

Los profesores, estoicos: la vieron. Es cierto que estos docentes hacía ya un año y medio que estaban cursando con nosotros. Es decir, estaban acostumbrados a observar con cierta piedad las dificultades que teníamos con los dispositivos técnicos. Nosotros estábamos acostumbrados a convivir con la falla, a encontrarle su encanto. En ellos, ese romanticismo de la falla producía, la mayoría de las veces, un fastidio suave. Creo que fue por eso que nos sorprendió el aplauso final, el sostenido aplauso final. En mi caso no sabía si atribuírselo al “por fin terminó” o a la emoción que despertaba la rebelión de Del Carril y sus muchachos, que, a decir verdad, los docentes apenas habían entrevisto.

¿Qué era entonces lo que aplaudían los docentes si casi no habían visto Las aguas bajan turbias? Un enigma. Pero se trata de un enigma al que es preciso sobreponer otro. Luego de película, cerca de las 14 hs, cuando el hambre del mediodía asolaba a más de un centenar de docentes, Trímboli, no conforme con ese aplauso o tal vez envalentonado por él se animó a decir unas palabras sobre la película que apenas habían entrevisto, y paso seguido a presentar una novela, la de Varela, que nadie había leído. Yo no podía creer que se animara a duplicar el gesto, a trazar un vínculo entre elementos, por decirlo de algún modo, tan espectrales. Esa persistencia de la que pocos son capaces, y de la que hacen un culto tanto Javier como Guillermo, siempre me pareció admirable.

Desde luego, al final de la jornada, sobre el aplauso a la película no vista, sobrevino el aplauso la relación con la novela no leída.

Creo que este libro está secretamente vinculado a esos aplausos. Aplausos agradecidos por la posibilidad no digamos de ver sino de vislumbrar un mundo que no existía hasta ese mediodía. Este libro es entre otras razones extraordinario porque nos permite vislumbrar un mundo del que perderíamos su rastro si su presencia no nos alertara de él. Y porque nos recuerda que todavía se pueden entrever con otra luz libros, revistas y películas que creíamos arrumbados en el desván de los especialistas.

Gabriel D´Iorio

Buenos Aires, EdM, Julio 2015